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Ana Cristina Ruelas

26/12/2016 - 10:15 am

2016

Es el cierre de año y, uno como este, no puede pasar desapercibido; 2016 fue un año de rupturas conceptuales, de posverdades, de desencanto y, en México, de la atrocidad. Un año en el que la concepción de “libertad” se convirtió en algo tan lejano que en algunos espacios renunciaron a ella, en donde la […]

Pero estas agresiones no fueron hechos aislados, vinieron acompañadas de una serie de acciones que limitan, por donde veamos, los flujos de información. La información que se vuelve poderosa en procesos electorales, que desarrolla votos y define contiendas. Foto: Cuartoscuro
La información que se vuelve poderosa en procesos electorales, que desarrolla votos y define contiendas. Foto: Cuartoscuro

Es el cierre de año y, uno como este, no puede pasar desapercibido; 2016 fue un año de rupturas conceptuales, de posverdades, de desencanto y, en México, de la atrocidad. Un año en el que la concepción de “libertad” se convirtió en algo tan lejano que en algunos espacios renunciaron a ella, en donde la objetividad de los hechos no importó frente a la emociones y la individualidad.

En México, el cinismo se potenció y las acciones en contra de la vigencia de derechos humanos, por ejemplo respecto a la libertad de expresión, dejaron de ser parte de los estragos de una guerra contra el narcotráfico para volverse en una verdadera política de estado. La clase política llegó a la cúspide del descaro; la corrupción evidenció un estado fallido en el que muy por encima de las buenas leyes, está la impunidad.

Este 2016 ha significado un ataque sin fin a los pilares de la democracia, se convirtió en el más letal para la prensa. Durante los primeros 10 meses del año se asesinaba a un periodista cada 26 días y, hasta el momento de escribir esta columna,  ya suman once y más de 300 agresiones (aún no podemos cerrar las cifras, todavía no termina el año)[1]. Por si fuera poco, las narrativas estuvieron enfocadas en estigmatizar y deslegitimar la labor periodística justificando la violencia por un mal día y mal lugar, convirtiendo al Estado en un justiciero moral.

Pero estas agresiones no fueron hechos aislados, vinieron acompañadas de una serie de acciones que limitan, por donde veamos, los flujos de información. La información que se vuelve poderosa en procesos electorales, que desarrolla votos y define contiendas.

Por ejemplo, el internet albergó millones expresiones, ricas en pluralidad,  pero al mismo  tiempo trasladó las violencias hacia las y los periodistas e, intensamente, hacia las mujeres. El odio a través de las redes sociales se normalizó y se propagó a una velocidad infinita generando silencio, miedo y paranoia.

Además, la moda para los gobiernos federal y estatales fue la compra de software espía y, con la venía de la reforma de telecomunicaciones, la vigilancia masiva se convirtió en la forma más efectiva de limitar e interceptar los flujos de información[2] ¿a cuántos de nosotros nos gusta hablar de nuestra vida, nuestros sentimientos y nuestras aficiones frente a un desconocido?

Luego, para algunos de nosotros 2015 había significado un logro importante tras la aprobación de la Ley General de Transparencia, pero 2016 nos regresó a una realidad que muestra a un Instituto Nacional (Inai) politizado y lejano a la ciudadanía; a un  Sistema Nacional que quiere hacerse cada vez más complejo para repartir poder  y  una Plataforma Nacional inútil. Además nos enseñó que el patrón de respuesta del Estado se mantuvo en la inexistencia como lo fue en el caso de la “Evaluación técnico jurídica” elaborada por el visitador de la PGR Alejandro Chávez respecto a Ayotzinapa[3] y en la necesidad de borrar los nombres de los corruptos y violadores de derechos humanos a costa de lo que sea, incluso de nuestra historia, como ocurre con la Ley General de Archivos[4]. En este año el “olvido” se convirtió en el algo mucho más redituable que la transcendencia  y, por esto, con la bandera de la protección de los datos personales se buscó a toda costa, a través de medios legales y judiciales, borrar aquella información incomoda del presente y el pasado[5].

A pesar de todo y de todos, algunos cambios se fueron dando, la sociedad está más unida y más consciente del valor de la participación, de la importancia de defender los espacios ganados. En 2017, muchos en el gobierno se van, en 2018 podríamos incluso cambiar de colores y mandar a otros a las sombras pero nosotras y nosotros seguiremos aquí y no nos vamos a callar.

[1] ARTICLE 19, Tercer Informe Trimestral: De lo digital a lo tangible, disponible en: https://articulo19.org/tercer-informe-trimestral-de-lo-digital-a-lo-tangible/

[2] R3D, El estado de vigilancia. Fuera de control, disponible en: https://r3d.mx/wp-content/uploads/R3D-edovigilancia2016.pdf

[3] PGR debe concluir con transparencia la investigación interna sobre Ayotzinapa, disponible en: http://www.centroprodh.org.mx/index.php?option=com_content&view=article&id=2145%3A2016-12-19-20-49-51&catid=209%3Afront-rokstories&lang=es

[4] Seguimiento a notas relacionadas con la iniciativa de Ley General de Archivos, disponible en: http://cmch.colmex.mx/ley-general

[5] El erróneamente llamado derecho al olvido no es un derecho, es una forma de censura, disponible en: http://articulo19.org/el-erroneamente-llamado-derecho-al-olvido-no-es-un-derecho-es-una-forma-de-censura/

Ana Cristina Ruelas
Ana Cristina Ruelas, colabora en la oficina regional para México y Centroamérica de ARTICLE 19. Es abogada y maestra en administración pública y políticas públicas. Se desempeño como Directora Regional y Oficial del Programa de Derecho a la Información en la misma organización y ha trabajado en organizaciones de derechos humanos en México y en Perú en temas relacionados con participación ciudadana y educación para el desarrollo.

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